Estar en la propia casa, poder disfrutarla y dejar que nos abrigue. Entrar en complicidad con ella en una tarde de chimenea, y noches envueltas en mantas. Estar en tu casa cuando el frío se adueña de las calles, nos deja sentir lo confortable, lo acogedor, como si de una madre se tratase, un sillón nos abraza al calor del hogar, sintiendo el ruido de la lluvia golpear sobre el techo y las ventanas.
Tu casa es un conjunto de ideas maravillosas, detalles que la convirtieron en un refugio sereno del mundo agotador y agobiante de afuera. A veces es elegante, a veces es informal. Pero siempre es equilibrada, o al menos debe serlo, porque es el reflejo de tu propio ser en lo material, en lo concreto.
Cada espacio, con sus necesidades y las soluciones que vos mismo le has buscado, dicen qué es lo que tú pretendes de cada parte de tu vida, de cada persona de tu vida.
Un pequeño cambio, casi imperceptible, como renovar almohadones, retapizar sofás, colocar jarrones o adornos, colocar alfombras decorativas, etc... cualquier detalle, grande o pequeño, cambia la energía de tu ambiente, convirtiéndolo en algo distinguido, nuevo, cálido; configurando un HOGAR.
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